Amelia ama leer, bueno, tiene tres años y un mes, la verdad es que no sabe leer, aunque ella está segura que lo hace muy bien. Se aprende de memoria los libros y luego “hace como que lee” la muy patuda. En realidad -entonces- debería decirles que Amelia ama que le leamos.
Este camino no ha sido azaroso. Cuando estaba embarazada me encontré con un una investigación que hablaba sobre cómo el número de libros que existieran en la casa de un niño, tenía una relación directamente proporcional con su capacidad de análisis y rendimiento académico posterior. Es decir, mientras más libros habían en tu casa en tu niñez, mejor desarrollabas tu capacidad intelectual. Me pareció muy coherente ¿no? Más libros, más lectura, más desarrollo cognitivo. Si a eso le sumamos que mi marido es un lector empedernido, dio como resultado que tengamos a nuestra hija rodeada de libros desde que nació. Tenía libros para dormir, unos que parecían cojines para que se acostara sobre ellos, otros de goma para jugar en la tina mientras se bañaba, etc. Nada muy elaborado eso si, lamentablemente los libros en nuestro país son carísimos, así que priorizábamos que fuera algo que ella pudiera manipular y con lo que pudiera jugar, nada muy “elegante”.
Conclusión: Amelia ama los libros, y uno de los mejores regalos que alguien puede hacerle es uno.
¿Su favorito? El Principito, le gusta que todas las noches le leamos un par de paginas, sueña con volar entre planetas, cita la frase “lo esencial es invisible a los ojos, solo con el corazón se puede ver bien” y le pidió a Pipe una rosa roja.
A mi me encanta verla sumergida en la magia de los libros, sobre todo de lo cuentos que conocemos ahora, llenos de enseñanza, Hace unos días descubrimos unos que hablan de la inclusión, tiene de animales, otros que son sobre los valores y que ayudan a la educación emocional. Pero los clásicos, los que nosotros leíamos, esos si que no. No van a estar dentro del repertorio de mi hija y los que le han llegado de regalo -sin saber mi forma de sentir hacia ellos- pues simplemente se los cambio a medida que se los leo.
Quiero dejar algo en claro, no es que odie los cuentos clásicos, no soy una talibana que va por la vida rompiendo los cuentos de la infancia de los mayores de 30 años. Bueno sí, un poco. Es que tenemos que entender que están escritos en otra época, en un mundo distinto en donde no habíamos avanzado en derechos de la mujer e igualdad de género. Pero nuestros hijos van a crecer en un mundo evolucionado y van a necesitar habilidades diferentes a las nuestras, tenemos que entrenarlos en este nuevo mundo.
En mi primera columna en esta revista, hace ya un par de años, les hablé sobre la Bella Durmiente y cómo ella era obligada a ocultar sus deseos, no actuar en el mundo y resignarse a esperar a un hombre que la besaba mientras estaba inconsciente -en lo que hoy se sabe, es abuso- e irse a vivir con él sin poder decidir sobre su futuro.
Pero nuestra amiga dormida no es la única. Si se fijan en la gran mayoría de los libros la mala es otra mujer, la otra mujer fea que envidia a la niña linda y por eso le quiere hacer daño y no dejarla encontrar el amor. Cuando veo a las mujeres destrozarse unas a otras en las redes sociales, criticar el cuerpo de la otra o cómo se viste como una forma de ofensa sin importar el daño que pueden hacer, pienso en eso. En cómo se nos enseña desde chicas a competir con la otra, a no contar tus proyectos porque te pueden envidiar, a no sentir que la otra es una compañera, sino una rival de la que debes cuidarte. Si quieres ser una princesa tienes que cuidarte de las brujas malas. Bueno ya basta de eso, la sororidad no existía en los libros de cuentos antiguos y ya es hora de dejar de inculcar a nuestros hijos ese mundo de suspicacias y desigualdad.
La Sirenita entrega su voz para poder estar con su amor ¡Su voz! Su capacidad de expresar lo que siente y piensa. Luego, viene a tierra firme en busca de un joven que se enamora de ella al verla, pero que no sabe sobre sus valores, forma de pensar o sueños, porque ella no tiene voz para contárselo. Después de eso cambia toda su esencia, deja de ser lo que ella era (sirena) para adaptarse a la vida de su “enamorado”.
En la Bella y la Bestia tenemos una joven que trata de salvar a su padre de una bestia que lo tiene capturado, no lo logra y debe salir arrancando del lugar. Luego de eso la bestia la salva de una manada de lobos y aparece un lado bueno de ella, así Bella cambia a la bestia mala y descubre el corazón detrás de la maldad ¿Suena lindo, no? Pero hay mucho simbolismo detrás de esto, no se enojen las fanáticas del cuento por favor, esto son sólo ejemplos y sé que hay mucho más en la historia que estoy simplificando. Pero tenemos un país con tasas de violencia de género muy altas para enseñarles a las mujeres que pueden transformar a alguien malo que las ha dañado, en alguien bueno. Esto de “en el fondo es bueno” o “yo lo voy a cambiar” son conceptos que se incrustan en las mentes de las mujeres que son victima de violencia y perpetúan el ciclo del que les cuesta tanto escapar. A eso hay que sumarle que cada vez que Bella quería arrancar de ese castillo, personas que habían sido convertidas en objetos muy valiosos trataban de retenerla. Un candelabro de oro, vajilla de porcelana, la representación misma de la presión económica que viven muchas mujeres violentadas y sienten que están “atrapadas” porque sus parejas tienen el control financiero. Además del solapado y tremendamente dañino juicio social que viven las mujeres victimas respecto al nivel socioeconómico de sus parejas: “¿cómo va a ser malo, si te da todo?, ¿cómo lo vas a dejar si mira la vida que te entrega?”. ¿Sabían que la dependencia financiera es considerada uno de los factores de riesgo para la violencia? Bueno, yo no conozco ninguna princesa -de las clásicas- que tenga su propio oficio, emprendimiento o maneje su propio dinero.
Les aseguro que puedo seguir, este tema no es menor y si vamos cuento por cuento hay mucho que mejorar. Por eso les quiero proponer cambiar el cuento, ya no más princesas desvalidas y hombres que se enamoran de ellas sólo por cómo se ven, ya no más hombres malos idealizados y mujeres envidiosas de los atributos de la otra. Ya no más hombres rudos que no pueden sentir y mujeres que sólo lloran y no actúan en el mundo.
Les propongo que Caperucita rete fuertemente al lobo por meterse en la casa de la abuelita, que cuando lleguen los cazadores ella ya esté empoderada y la acompañen a hacer la denuncia. Les propongo que La Sirenita no permita que le quiten su voz y capacidad de opinar, que se haga amiga de Úrsula -la bruja pulpo- que está muy sola y que encuentre la forma de conocerse con su príncipe integrando sus dos mundos tan diferentes, que ninguno de los dos pierda su individualidad. Propongo que Blanca Nieves y los siete enanitos se distribuyan las labores domésticas y que ella no pase el día completo trabajando en la casa para que ellos acepten mantenerla, que vivan juntos en igualdad valorando la labor del otro. Propongo que Bella no se quede con la bestia, que a la primera agresión se aleje y pida ayuda, que no espere que cambie, porque eso no pasa, porque en el ciclo de la violencia está la luna de miel en el que el victimario parece estar arrepentido y haber cambiado, pero la violencia siempre vuelve. Saquemos a Bella del castillo, que su aldea la proteja y que sea feliz con un amor que la haga sonreír y no sufrir.
Cambiemos el cuento.
Fuente: Revista Súper Mamá
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