Dos años y siete meses y llegó el temido momento. Muchos me hablaban de este proceso, pero pocas veces uno se imagina del nivel de intensidad al que puede llegar. Amelia está oficialmente en la etapa de los por qué.
“¿Mamá por qué mi nombre empieza con A?” y ¿Por qué tu querías ponerme así?” y “¿Por qué te gustaba?”, así podemos pasar horas en una conversación circular y monotemática. Igual, no puedo negar que es divertido, ella pregunta y yo respondo de forma corta y precisa; sin embargo, se las arregla para seguir cuestionando.
Es una etapa llena de magia en la que los niños han alcanzado el desarrollo del lenguaje suficiente para querer ir más allá. Su hemisferio izquierdo está lleno de conexiones neuronales y quiere aprovechar de entrenar estas nuevas funciones del lenguaje ¿qué tenemos que hacer los papás? No desesperar, nunca ridiculizar sus preguntas y tratar siempre de dar respuestas simples y claras que le permitan seguir cuestionando. Lo que más estimula a los niños es la pregunta y el vínculo que tiene con la persona a la que se la hace, no la respuesta.
Bueno, estábamos en esto de no parar de preguntar cuando un día viendo programación infantil –sí, somos parte de los cientos de padres que perdimos la batalla contra las pantallas durante el confinamiento- aparecen unos llamados Pica o algo así. Son dos hombres y una mujer que bailan canciones infantiles, creo que son españoles. Bueno, el punto es que Amelia me mira y me dice:
-“¿Mamá por qué son dos hombres y una sola mujer?”
- “Porque así es ese grupo, mi amor”, respondí casi sin pensarlo.
- “Pero mamá, deberían ser dos mujeres y dos hombres”
- Mi respuesta para salir del paso fue “tal vez la otra mujer no fue a cantar ese día”.
Amelia siguió viendo tele, pero con Pipe nos miramos y pudimos ver cómo detrás de esa simple pregunta, que de seguro para nuestra hija era una más de miles, había una explicación que sí íbamos a tener que darle algún día. Algún día voy a tener que explicarle a mi hija que el mundo históricamente no ha sido parejo para las mujeres, que para que pudieran votar hubo muchas que tuvieron que dar la pelea, que no siempre tuvimos los mismos derechos y que en nuestro país y en muchos otros todavía no los tenemos.
Sí, sé que es mucho adelantarme a una pregunta que más bien refleja –para orgullo mío- que está empezando tener noción de cantidad y no que logró dilucidar la disparidad de género o mucho menos que entiende lo que es la ley de cuotas. Pero con sus dos años siete meses logró ver que faltaba una mujer para que las cosas fueran parejas en ese grupo; lo mismo pasa en las empresas, el gobierno, el senado y muchos otros. Según la OCDE, las mujeres todavía ganamos entre un 15 y un 20% menos que los hombres. Esta brecha además sólo se acrecienta a medida que nos educamos, es decir, la diferencia es más grande cuando hablamos de personas con post grados, por ejemplo. Así, las mujeres nos esforzamos por educarnos para tratar de igualarnos a las ganancias que obtienen los hombres, sólo para darnos cuenta que se sigue agrandando la brecha. Según la revista FORBES sólo un 5% de los directorios de grandes empresas en el mundo tienen mujeres en sus filas, en Chile se limita a un 3%.
Así, la pregunta inocente de Amelia deja de ser tan inocente ¿no les parece? Esa noche lo hablamos con Pipe, yo le preguntaba cómo vamos a enseñarle igualdad en un mundo que es tan desigual, en derechos sobre todo, que a mi parecer es lo más importante. Sé que ante estos temas aparecen muchas caricaturas “es que no somos iguales”, me dijo una vez una señora, “ellos son hombres y nosotras mujeres”. “Mire, descubrió América”, fue mi primer impulso a responder. Por respeto a sus años no lo hice, pero no se trata de eso. Todos somos diferentes y eso es muy bueno, jamás querría que las mujeres fuéramos iguales a los hombres porque en nuestras diferencias radica nuestra valía, en ambos casos. Estoy hablando de brecha laboral, de diferencias en las isapres (parece que acá se va avanzando), en contrataciones, en que si nos casamos sin separación de bienes nosotras no podemos administrar los bienes del binomio, en cambio el hombre sí porque es considerado más idóneo para hacerlo.
Lo peor de todo es que en medio de esta conversación con mi marido nos dimos cuenta que no sólo tendremos que explicarle las diferencias de derechos que tienen las mujeres, también las de las consideradas minorías, ahí si las que cosa se nos viene difícil como padres.
¿Cómo explicarles que no todas las personas tienen derecho a casarse en nuestro país? ¿cómo le explicamos que hay personas que no pueden vivir su sexualidad sin miedo? El 2016 se publicó en la Revista Médica de Chile una revisión sistemática hecha entre los años 2004 y 2014. Arrojó como resultado que entre las personas LGB la propensión al intento de suicidio estaba entre un 20 y un 53% ¿la razón? Vivir con miedo en una sociedad que los rechaza y los priva de sus derechos ¿Cómo les explicamos a ellos que se rechaza lo desconocido porque es más fácil que darse el trabajo de aprender? ¿Cómo le explico a mi hija que aún hay gente que elije vivir desde el prejuicio?
Así si vamos un poco más a lo social nos va a preguntar ¿porqué no todos tienen derecho a la misma educación? ¿Por qué la brecha económica es tan dura en nuestro país? Vamos a tener que explicarle de alguna manera que parece casi imposible que todavía el lugar donde naciste determina en gran parte tu futuro y cómo será tu vida. Vamos a tener que explicarles que hay barrios estigmatizados de los cuales es muy difícil salir porque, por el hecho de vivir ahí, no te dan trabajo.
Al igual que Amelia, nuestra cabeza se llenó de preguntas y llegaron pocas respuestas. Sólo sé que cuando hablemos de minorías –sea cual sea- nunca usaré la palabra “tolerancia”. Sé que ha sido muy manoseada últimamente, pero yo no quiero enseñar a mi hija a tolerar a otro, quiero enseñarle que el otro es un igual y que desde ahí se parte por respetar sin importar quién sea. Quiero que sepa que ella no tiene más ni menos derechos que nadie en este mundo. Quiero que pelee por los derechos de ella, por los de los demás, por lo que cree y si hay una causa en la que no crea, quiero que luche por el derecho de los otros de pensar distinto a ella. Sé que un día Amelia me va a preguntar ¿por qué todavía no hay igualdad en tantos ámbitos de nuestra sociedad? Probablemente igual que hoy no voy a tener respuesta. Sólo sé que voy a poder recordarle que cuando tenía dos años y siete meses se cuestionaba todo, voy a decirle que siga haciéndolo, que nunca deje de cuestionarse en su vida, voy a decirle que cuestionarse y trabajar por cambiar las cosas, es lo que hay que hacer. Voy a decirle que ella puede cambiar el mundo, porque eso es lo que realmente importa, nunca dejar de preguntarse y siempre soñar y trabajar por un mundo para todos.
Fuente: Revista Súper Mamá
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