Unas semanas antes de cumplir dos años, Amelia empezó a decirnos que le molesta el pañal. En cuanto se hacía pipí pedía que la cambiaran y todo sobre la ida al baño empezó a ser un tema que rondaba en ella.
“Yo creo que está lista” le dije a mi marido, “tal vez es hora de acompañarla en el proceso de dejar los pañales”. Le preguntamos juntos si quería aprender, Amelia nos dijo que sí. Pipe me miró con cara de susto, como esas que ponen los papás cuando se dan cuenta de lo rápido que cercen los niños y me preguntó cómo se hacía. “La verdad no tengo idea” le dije y nos reímos nerviosos por la nueva etapa de nuestra hija.
Claro, yo tenía algunas nociones que alguna vez aprendí en la universidad: necesitan manejar lenguaje, desarrollo muscular adecuado (se puede ver en que caminen firmes) y una relación cercana con el entrenador. Era lo único que recordaba de mis años de pregrado y además en esa época no estaba muy estudiado esto del entrenamiento respetuoso ni nada, así que teníamos mucho que aprender. Nos pusimos a leer, que es lo que uno siempre hace para sentirse seguro, pero que solo sirve para darse cuenta que cada familia enfrenta el desarrollo a su manera.
Estábamos en eso, que los pañales de entrenamiento, asegurarnos que estuviera lista en su desarrollo, que si comprar pelela o adaptador, etc. En medio de todo eso aparece como un monstruo, mi propia preocupación. Esa preocupación de la mamá psicóloga que ronda en mi cabeza -y es bien pesada conmigo muchas veces- “¿qué pasa si queda propensa a tener TOC?”. Trastorno Obsesivo Compulsivo, me congelé por un segundo.
Así no más, todas mis clases de psicoanálisis se me vinieron a la cabeza y como sé que ya deben estar con ataque, creyendo que me volví loca y sin entender mucho de lo que estoy hablando, paso a explicar. En psicología existen varias corrientes, entre ellas el psicoanálisis, ese de Freud, del que siempre se habla, que explica gran parte de sus enunciados basados en las vivencias infantiles. Es así como esta teoría explica la base para las obsesiones y compulsiones en la etapa “Anal” del desarrollo psicosexual. Quiero recordar que esto es sólo una de muchas teorías, pero siempre es bueno informarse y darle una vuelta.
Les cuento entonces, cuando el niño empieza el proceso de ir al baño descubre que sus actos tienen consecuencias, y que en base a eso el mundo puede ser un mejor lugar o peor. Por ejemplo, el niño va al baño y hace sin problemas, ¿qué hacemos los adultos? Lo aplaudimos, le contamos a los tíos para que lo feliciten y todo es alegría en base al gran logro. Al contrario, si se hace en los pantalones ya no hay tanta alegría ni felicitaciones, peor aún si alguien lo recrimina o se enoja con él por eso –que quede claro por favor- nunca hay que hacerlo, pues sí puede traer consecuencias muy negativas para un niño-. Acá se marca por primera vez en nuestras vidas la idea de que lo que yo haga trae consecuencias y que si me equivoco puedo hacer que las cosas o estén tan bien o que estén mal. Así, según Freud –de forma muy simplificada, claro, hay mucho más- nacen las obsesiones y las compulsiones.
Las obsesiones son el pensamiento, y pueden ir o no juntas a una compulsión. Por ejemplo: “¿Cerré o no la puerta del auto?”, “¿Apagué el gas?”, “¿Desenchufé la plancha?” Todas esas ideas en mi cabeza son obsesiones. Cuando hago el acto de ir y revisar el auto, hice la acción, o sea hice la compulsión.
No se asusten, todos tenemos algunas, es normal, según el psicoanálisis es porque todos pasamos por la etapa anal y nos quedó un poquito de eso de pensar “si no logro controlar mi medio puede pasar algo malo”. Así mismo como el niño busca controlar su esfínter nosotros seguimos queriendo controlar nuestro entorno para que nada malo pase ¿cuando es un problema? Cuando esto afecta mi vida, no me deja hacerla de forma normal y perturba a quienes me rodean. Pero revisar un par de veces si pusimos llave a la puerta no tiene nada de malo, no se asusten.
Así, la simple tarea de enseñarle a un niño a ir al baño marca psicológicamente un camino mucho más allá del control de esfínter, se abre un mundo nuevo en que ellos descubren que pueden lograr cosas y junto con eso que pueden manejar el valor de sus actos.
Metámonos en la cabeza de ese pequeño de entre dos y tres años (meses más meses menos, depende del niño). Los adultos parten con todo este tema del baño y le dan muchísima importancia, de pronto algo que nunca había sido tema pasa a ser el centro de todas las conversaciones. El niño(a) hace en el baño y es una revolución, la mamá lo felicita, la abuelita llega con un regalo, lo aplauden, algunas familias incluso le enseñan a despedirse mientras tiran la cadena ¿Han visto el orgullo que implica para un niño este logro? Muchos incluso llaman a los adultos para que vayan a ver lo que hicieron en el baño y lo “despidan” juntos ¿Se imaginan entonces lo triste que debe ser para ellos que los reten y les digan que son “sucios” por no alcanzar a llegar al baño?
Tenemos que entender que en esa etapa el niño no entiende mucho de bacterias, virus o enfermedades, recién está empezando a entender que algo es limpio o algo es sucio ¿y le vamos a decir que algo que él mismo produce es asqueroso? ¿de verdad? Además que no va a entender nada, si hay que entender que su caca en ese momento para él es oro puro. Sí, oro puro, porque los papás andan todo el día pendiente de eso, porque toda la familia se pone feliz cuando lo hace y porque es el tema de conversación en su vida ¿Consecuencia en su cabeza? “Todos aman mi caca, es lo mejor que les puedo dar” Por lo mismo que no les sorprenda que en esta etapa empiecen a buscar jugar más con barro, con arcilla, greda, e incluso esas masitas de colores, todo lo que se parezca a la etapa que está viviendo le va a importar y gustar.
En algunos casos incluso, aprenden a usarlo como un arma para demostrar su enojo. Se enojan con los papás y como saben que ellos están todo el día preguntándoles si quieren ir al baño piensan “mis papás quieren que haga en el baño, pero estoy enojado con ellos, entonces no les voy a dar en el gusto” y se aguantan lo más posible ¿qué pasa con los papás si el niño no hace en un día? Claro, se preocupen y empiezan a preguntarle aún más, le compran remedios y se angustian pensando que está enfermo, lo que sólo ratifica el pensamiento del niño de que esto es algo muy importante.
¿saben qué? Los niños tienen toda la razón, esto es muy importante, no por la edad, no porque sea requisito en algunos jardines y mucho menos por comodidad. Es muy importante porque están aprendiendo a ser independientes, porque están aprendiendo a vivir en este mundo, porque descubren más que nunca que pueden controlar su propio cuerpo. Pero por sobre todo porque aprenden que se manden la “embarrada” que se manden, en el lugar que sea y del tamaño que sea, los papás siempre vamos a estar ahí, que nunca los vamos a rechazar y que nunca dejaremos de apoyarlos.
Estamos recién empezando el proceso, les cuento cómo resulta. Lo que sí tengo claro es que quiero hacerlo bien, porque quiero que Amelia sepa que sus errores nunca van a ser un problema para mi, que ni lo más terrible y grande que haga me va a espantar y que siempre voy a estar para ayudarla a limpiar el desastre, salir adelante y seguir aprendiendo.
Fuente: Revista Súper Mamá
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